“Luego
que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de
cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad clamando con grande y amargo
clamor.” Ester 4:1-4
Mardoqueo
viste de luto, rasga sus vestiduras, se viste de cilicio y ceniza. Estas eran
costumbres judías. Te invito a que leas en tu Biblia en Ester 4:1-3
El luto representa el dolor.
Rasgar
las vestiduras era literalmente romper la ropa y dejar el pecho al descubierto
como señal de rechazo ante un agravio, era la manifestación externa de
aflicción y pesar por algún desastre o calamidad.
Vestir
de cilicio y ceniza era la actitud de arrepentimiento, la ropa que se usaba era
una ropa sucia, incomoda y que picaba el cuerpo y llevarla puesta significa
arrepentimiento, humillación.
El
dolor ante la inminente destrucción lleva a Mardoqueo hacer patente su rechazo
total ante la injusticia que se cometerá.
El pueblo se une, se humilla, busca a Dios ayunando.
Cuando
experimentamos dolor en cualquier ámbito de nuestra vida, por lo general como
actitud natural, nos lleva a buscar a Dios, nos despojamos de nosotros como
señal de rendición a Dios y quebrantamos nuestro espíritu delante de Él, no hay
mejor sacrificio, el que nuestro “yo” se presente ante Dios como un verdadero
sacrificio vivo, santo, como dice su palabra.
Cualquier
cosa que hagamos, será en vano, si no sometemos nuestra alma y espíritu
humillado ante su altar, reconociendo en medio del dolor, ya sea que hemos
pecado o estemos sufriendo por alguna prueba, que no podemos hacer nada por
nosotras mismas.
Hoy
en día no podríamos rasgar nuestras vestiduras, pero interiormente si lo podemos
hacer, en primer lugar, entendiendo que la humillación es parte fundamental de
esta total rendición, porque al humillarnos, lo estamos haciendo con un corazón
desgarrado, sincero y honesto, recociendo que con mis fuerzas no puedo, que mis
intenciones no valen, que todo lo que yo pueda hacer o decir, no es lo que Dios
quiere de mi y que solo El, es el Dios suficiente en mí.
El
pueblo de Israel lo entendía muy bien, especialmente cuando pecaba o
experimentaban tiempos de dolor, pero el Señor se encargaba, como lo hace hoy
conmigo de hacernos saber, que si se humillaba su pueblo (yo), y oraren (yo) y
le buscarán (yo)de todo su (mi)corazón, entonces El (me) oiría, ¿cuándo? Cuando
reconozco mi pecado y me aparto de el.
La
humillación nos lleva a tomar un rumbo distinto, hacia la dirección correcta, a
la del arrepentimiento, al del cambio de actitud, es por eso que el Señor no
quiere otro sacrificio, que mi vida rendida ante él, como lo hizo David. Lamentablemente nos humillamos cuando algo
anda mal en nuestra vida, pero debiera ser parte de nuestra adoración a Dios en
todo tiempo.
“Los sacrificios
de Dios son el espíritu quebrantado, Al corazón contrito y humillado no
despreciarás tú, oh Dios.” Salmos 51:17
Señor, reconozco que muchas veces no he
rendido mi vida a ti en completa humillación, ayúdame a no olvidarme que
cualquier cosa que yo haga, no reemplazará a lo que tú pides de mí, un corazón
contrito y humillado.
Ayúdame a
presentarme ante ti con un corazón así.
Ayúdame
a ser humilde día tras día, a reconocer que no solo en el pecado o en el dolor,
debo buscarte y rendirme ante ti.
¡Gracias
porque tu promesa es que si me humillo tú me oirás y responderás!!!
En su Gracia,
Hermoso me edifico tanto, Dios la siga usando como ese instrumento hermoso.
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