viernes, 10 de febrero de 2017

Rasgando Vestiduras



“Luego que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad clamando con grande y amargo clamor.” Ester 4:1-4

Mardoqueo viste de luto, rasga sus vestiduras, se viste de cilicio y ceniza. Estas eran costumbres judías. Te invito a que leas en tu Biblia en Ester 4:1-3
 El luto representa el dolor.

Rasgar las vestiduras era literalmente romper la ropa y dejar el pecho al descubierto como señal de rechazo ante un agravio, era la manifestación externa de aflicción y pesar por algún desastre o calamidad.

Vestir de cilicio y ceniza era la actitud de arrepentimiento, la ropa que se usaba era una ropa sucia, incomoda y que picaba el cuerpo y llevarla puesta significa arrepentimiento, humillación.

El dolor ante la inminente destrucción lleva a Mardoqueo hacer patente su rechazo total ante la injusticia que se cometerá.  El pueblo se une, se humilla, busca a Dios ayunando.

Cuando experimentamos dolor en cualquier ámbito de nuestra vida, por lo general como actitud natural, nos lleva a buscar a Dios, nos despojamos de nosotros como señal de rendición a Dios y quebrantamos nuestro espíritu delante de Él, no hay mejor sacrificio, el que nuestro “yo” se presente ante Dios como un verdadero sacrificio vivo, santo, como dice su palabra. 

Cualquier cosa que hagamos, será en vano, si no sometemos nuestra alma y espíritu humillado ante su altar, reconociendo en medio del dolor, ya sea que hemos pecado o estemos sufriendo por alguna prueba, que no podemos hacer nada por nosotras mismas.

Hoy en día no podríamos rasgar nuestras vestiduras, pero interiormente si lo podemos hacer, en primer lugar, entendiendo que la humillación es parte fundamental de esta total rendición, porque al humillarnos, lo estamos haciendo con un corazón desgarrado, sincero y honesto, recociendo que con mis fuerzas no puedo, que mis intenciones no valen, que todo lo que yo pueda hacer o decir, no es lo que Dios quiere de mi y que solo El, es el Dios suficiente en mí.

El pueblo de Israel lo entendía muy bien, especialmente cuando pecaba o experimentaban tiempos de dolor, pero el Señor se encargaba, como lo hace hoy conmigo de hacernos saber, que si se humillaba su pueblo (yo), y oraren (yo) y le buscarán (yo)de todo su (mi)corazón, entonces El (me) oiría, ¿cuándo? Cuando reconozco mi pecado y me aparto de el. 

La humillación nos lleva a tomar un rumbo distinto, hacia la dirección correcta, a la del arrepentimiento, al del cambio de actitud, es por eso que el Señor no quiere otro sacrificio, que mi vida rendida ante él, como lo hizo David.  Lamentablemente nos humillamos cuando algo anda mal en nuestra vida, pero debiera ser parte de nuestra adoración a Dios en todo tiempo.

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado, Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.” Salmos 51:17

 Señor, reconozco que muchas veces no he rendido mi vida a ti en completa humillación, ayúdame a no olvidarme que cualquier cosa que yo haga, no reemplazará a lo que tú pides de mí, un corazón contrito y humillado.  

Ayúdame a presentarme ante ti con un corazón así. 

Ayúdame a ser humilde día tras día, a reconocer que no solo en el pecado o en el dolor, debo buscarte y rendirme ante ti. 


¡Gracias porque tu promesa es que si me humillo tú me oirás y responderás!!!

En su Gracia,


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