La
mujer respete a su marido . Efesios 5:33
Hace algunos días hablaba con una querida
amiga con quien tenemos una historia de vida en común, fuimos criadas por
nuestras madres, debido a que nuestros padres fueron padres ausentes en nuestra
infancia o adolescencia.
Entonces conversábamos acerca de la influencia
potente de un liderazgo matriarcal en nuestras vidas y cómo esta influencia ha
afectado la relación matrimonial producto de no haber tenido una figura
paterna, del rol fuerte de nuestras madres desempeñando un doble papel de padre
y madre a la vez y agreguemos le nuestro temperamento.
Lamentablemente también heredamos de Eva el
tomar la iniciativa sin preguntar primero a nuestro esposo y eso lo llevamos en
la sangre, bueno hablo por mi y por unas cuantas que se están identificando con
esto.
Cuántos errores tú y yo hemos cometido
producto de no hacer caso a los consejos de la Palabra de Dios en cuanto a
nuestro rol como esposa.
Pablo nos instruye y nos dice: “En todo
caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la
mujer respete a su marido,” Efesios 5:33 haciendo referencia
a Cristo y la iglesia como el modelo para el hogar.
El problema
común que vemos es que en la relación matrimonial combaten el amor y el
respeto, por un lado el hombre intentando amar como Dios le manda y nosotras
tratando de respetar a nuestros esposos.
Hay una lucha de poderes desatada cuando el
esposo quiere cumplir con su rol de líder de esta familia, a veces amando a su
manera y por otro lado, la mujer queriendo tomar el control, las riendas y
ejercer dominio absoluto sobre su reino.
¿Batallas con el poder?
No se trata de quien es más fuerte dentro del
matrimonio, no se trata de quién tiene más peso, de quién tiene la razón, de
quién toma mejores decisiones, sino de quién está siendo realmente el rey de
este reino llamado matrimonio.
Si
Jehová no edifica la casa,
en
vano trabajan con las que edifican…Salmos 127:1
Recuerdo en los primeros once años de nuestro
matrimonio todo iba normal, teniendo relativamente claro mi rol, digo
relativamente, porque en definitiva no lo tuve muy claro, o no quise obedecer
los principios de Dios, hasta que en un período de siete años producto que
comencé a trabajar en lo secular, me vi inmersa en mi reino totalmente
independiente de mi esposo y él por supuesto también sucumbió en esto, fue
sutil, fue lento y muy gradual en nuestras vidas.
Y yo empecé a batallar con el poder porque en
mi reino yo lo estaba haciendo bien, tenía siempre la razón, y muchas veces le
falte el respeto dejando ver que su autoridad no era mayor que la mia, o que él
no lo hacía tan bien como yo. Estaba
compitiendo con mi amado, mi amigo, al que muchas veces vi como mi enemigo.
Déjame decirte que la falta de respecto no se
encierra solamente a esas palabras inhóspitas que usamos para herir, para sacar
en cara, para enrostrar el error o en algunos casos para proferir simplemente
malas palabras, si fuera así, yo a mi vista, era una esposa que respetaba
ampliamente a mi esposo. Pero en la
práctica no, porque lo pasaba a llevar, sin consultar, tomando la iniciativa y
no dándole su lugar.
Y te acostumbras a ello, cuando hay cosas no
resueltas en una relación matrimonial, cuando das por sentado aspectos de tu
vida y convives con esto, la influencia de mi madre era fuerte en mi, de
independencia, de sacar sola o adelante las situaciones, pero esto no debía ser
una excusa en mi vida, no de ninguna manera, hasta que…
La Palabra de Dios nos desnuda
Si, amiga, nos confronta y a veces de procesos
duros como un quebranto, el Espíritu Santo saca a luz todo aquello que está
estorbando en tu relación con tu esposo, porque la caridad comienza por casa,
mirando en mi viga primero y no en la paja de mi esposo.
Cuando eres confrontada por Dios no hay
excusas, porque es Dios mismo quien está hablando a tu vida, para santificarte,
para guiarte, para enseñarte, para hacer las cosas bien, a la manera de Dios.
Y entonces allí, el YO, cae, se desmorona, la
carne pierde su efecto y el Espíritu Santo empieza a hacer un trabajo de
joyería, haciéndonos ver que solo a través de su poder, de la gracia de Dios y
de nuestra humildad, es posible cumplir cabalmente con nuestro rol, respetando
a nuestro amado, permitiendo que el carácter de Cristo sea formado en nosotras.
Cuando uno comprende este principio divino, lo
aplica y lo vive, los cambios son asombrosos, no de la noche a la mañana, sino
en forma progresiva, dirigida y con el cuidado que el Señor tiene sobre nuestro
matrimonio cuando dejamos, tanto esposa como esposo, nuestros propios reinos
y permitimos que Cristo reine en nuestras vidas, matrimonio y hogar. Porque
Jesús debiera marcar la diferencia, si amiga, si él es el centro, si Cristo es
quien está construyendo, reconstituyendo o restaurando tu matrimonio es porque el derecho de ser
único Rey lo tiene el Señor, de otra forma experimentaremos el desorden, la
frustración, la lucha de poderes y a esto no nos ha llamado el Señor.
Ambos
debemos someternos al señorío de Cristo, su reino ejerciéndose en nuestras
vidas, en la forma en cómo nos conducimos, en obedecer los principios de Su
reino y de cumplir con nuestros roles..
Mi vida como esposa ha cambiado radicalmente
por la Gracia de Dios, sigo aprendiendo, sigo cerrando mi boca, sigo contando
hasta diez mil, dándole el lugar a mi esposo, hay veces en que me equivoco y en
otras sigo perseverante, es un día a día, es que el amor necesita cuidado,
atención, fe, pureza., necesita de la presencia de Dios.
Te animo a ti, joven esposa, o esposa ya
madura, con pocos o muchos años de vida matrimonial, a ser humilde, obediente a los consejos que
nos da el Señor, a desear que Dios sane heridas, restaure y vuelva a construir en
ti y en mi la mujer virtuosa que todas sus hijas llevamos por dentro, solo por
Gracia, amor y misericordia de Dios.
Y rindete ante nuestro soberano y rey Jesús. Y
verás como Dios transforma tu vida matrimonial y pone orden, eso afectará no
solo tu relación con tu esposo sino
afectará la vida de tus hijos también y tu entorno.
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