miércoles, 22 de marzo de 2017

¿BATALLAS CON EL PODER?



La mujer respete a su marido . Efesios 5:33

Hace algunos días hablaba con una querida amiga con quien tenemos una historia de vida en común, fuimos criadas por nuestras madres, debido a que nuestros padres fueron padres ausentes en nuestra infancia o adolescencia. 

Entonces conversábamos acerca de la influencia potente de un liderazgo matriarcal en nuestras vidas y cómo esta influencia ha afectado la relación matrimonial producto de no haber tenido una figura paterna, del rol fuerte de nuestras madres desempeñando un doble papel de padre y madre a la vez y agreguemos le nuestro temperamento.

Lamentablemente también heredamos de Eva el tomar la iniciativa sin preguntar primero a nuestro esposo y eso lo llevamos en la sangre, bueno hablo por mi y por unas cuantas que se están identificando con esto.

Cuántos errores tú y yo hemos cometido producto de no hacer caso a los consejos de la Palabra de Dios en cuanto a nuestro rol como esposa. 

Pablo nos instruye y nos dice: En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido,” Efesios 5:33    haciendo referencia a Cristo y la iglesia como el modelo para el hogar.

El  problema común que vemos es que en la relación matrimonial combaten el amor y el respeto, por un lado el hombre intentando amar como Dios le manda y nosotras tratando de respetar a nuestros esposos.

Hay una lucha de poderes desatada cuando el esposo quiere cumplir con su rol de líder de esta familia, a veces amando a su manera y por otro lado, la mujer queriendo tomar el control, las riendas y ejercer dominio absoluto sobre su reino.

        ¿Batallas con el poder?  

No se trata de quien es más fuerte dentro del matrimonio, no se trata de quién tiene más peso, de quién tiene la razón, de quién toma mejores decisiones, sino de quién está siendo realmente el rey de este reino llamado matrimonio.

Si Jehová no edifica la casa,
en vano trabajan con las que edifican…Salmos 127:1

Recuerdo en los primeros once años de nuestro matrimonio todo iba normal, teniendo relativamente claro mi rol, digo relativamente, porque en definitiva no lo tuve muy claro, o no quise obedecer los principios de Dios, hasta que en un período de siete años producto que comencé a trabajar en lo secular, me vi inmersa en mi reino totalmente independiente de mi esposo y él por supuesto también sucumbió en esto, fue sutil, fue lento y muy gradual en nuestras vidas.

Y yo empecé a batallar con el poder porque en mi reino yo lo estaba haciendo bien, tenía siempre la razón, y muchas veces le falte el respeto dejando ver que su autoridad no era mayor que la mia, o que él no lo hacía tan bien como yo.  Estaba compitiendo con mi amado, mi amigo, al que muchas veces vi como mi enemigo.

Déjame decirte que la falta de respecto no se encierra solamente a esas palabras inhóspitas que usamos para herir, para sacar en cara, para enrostrar el error o en algunos casos para proferir simplemente malas palabras, si fuera así, yo a mi vista, era una esposa que respetaba ampliamente a mi esposo.  Pero en la práctica no, porque lo pasaba a llevar, sin consultar, tomando la iniciativa y no dándole su lugar.

Y te acostumbras a ello, cuando hay cosas no resueltas en una relación matrimonial, cuando das por sentado aspectos de tu vida y convives con esto, la influencia de mi madre era fuerte en mi, de independencia, de sacar sola o adelante las situaciones, pero esto no debía ser una excusa en mi vida, no de ninguna manera,  hasta que…

La Palabra de Dios nos desnuda

Si, amiga, nos confronta y a veces de procesos duros como un quebranto, el Espíritu Santo saca a luz todo aquello que está estorbando en tu relación con tu esposo, porque la caridad comienza por casa, mirando en mi viga primero y no en la paja de mi esposo.

Cuando eres confrontada por Dios no hay excusas, porque es Dios mismo quien está hablando a tu vida, para santificarte, para guiarte, para enseñarte, para hacer las cosas bien, a la manera de Dios.

Y entonces allí, el YO, cae, se desmorona, la carne pierde su efecto y el Espíritu Santo empieza a hacer un trabajo de joyería, haciéndonos ver que solo a través de su poder, de la gracia de Dios y de nuestra humildad, es posible cumplir cabalmente con nuestro rol, respetando a nuestro amado, permitiendo que el carácter de Cristo sea formado en nosotras.

Cuando uno comprende este principio divino, lo aplica y lo vive, los cambios son asombrosos, no de la noche a la mañana, sino en forma progresiva, dirigida y con el cuidado que el Señor tiene sobre nuestro matrimonio cuando dejamos, tanto esposa como esposo, nuestros propios reinos y permitimos que Cristo reine en nuestras vidas, matrimonio y hogar. Porque Jesús debiera marcar la diferencia, si amiga, si él es el centro, si Cristo es quien está construyendo, reconstituyendo o restaurando  tu matrimonio es porque el derecho de ser único Rey lo tiene el Señor, de otra forma experimentaremos el desorden, la frustración, la lucha de poderes y a esto no nos ha llamado el Señor. 

Ambos debemos someternos al señorío de Cristo, su reino ejerciéndose en nuestras vidas, en la forma en cómo nos conducimos, en obedecer los principios de Su reino y de cumplir con nuestros roles..

Mi vida como esposa ha cambiado radicalmente por la Gracia de Dios, sigo aprendiendo, sigo cerrando mi boca, sigo contando hasta diez mil, dándole el lugar a mi esposo, hay veces en que me equivoco y en otras sigo perseverante, es un día a día, es que el amor necesita cuidado, atención, fe, pureza., necesita de la presencia de Dios.

Te animo a ti, joven esposa, o esposa ya madura, con pocos o muchos años de vida matrimonial,  a ser humilde, obediente a los consejos que nos da el Señor, a desear que Dios sane heridas, restaure y vuelva a construir en ti y en mi la mujer virtuosa que todas sus hijas llevamos por dentro, solo por Gracia, amor y misericordia de Dios.

Y rindete ante nuestro soberano y rey Jesús. Y verás como Dios transforma tu vida matrimonial y pone orden, eso afectará no solo tu relación  con tu esposo sino afectará la vida de tus hijos también y tu entorno.




      

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